Biografía

Biografía del médico Hugo Spadafora, defensor internacionalista de la libertad de los pueblos. Chitré, 6 de septiembre de 1940 – Algún lugar de la provincia de Chiriquí, 13 de septiembre de 1985, Panamá

Hugo Spadafora Franco nació en la ciudad de Chitré, provincia de Herrera, República de Panamá, el 6 de septiembre de 1940. Fue el tercer hijo de cuatro nacidos del matrimonio de Rebeca Franco y Carmelo “Melo” Spadafora, un político y comerciante, hijo de inmigrantes italianos. A pesar de que sus padres se divorcian cuando Hugo tenía 12 años, siempre guardó lazos muy cercanos con su padre, aunque no viviera con él.

Desde sus primeros años de vida demostró ser valiente, carismático y determinado a cumplir sus metas. Becado por sus excelentes notas obtenidas en la escuela primaria, se trasladó al prestigioso Instituto Nacional en la ciudad de Panamá con 11 años de edad, donde se graduó con el tercer puesto de honor. Esta distinción le permitió estudiar medicina en la Universidad de Bologna, Italia.  De allá regresaría como doctor en medicina. 

Hugo con su padre Carmelo en Bologna 

Con su hermano Winston quien estudiaba Leyes también en Bologna 

Hugo recibe su diploma en medicina Universidad de Bologna, Italia

Foto de graduación de médico dedicada a su madre

Siempre inquieto, Hugo deja su país nuevamente. Becado por el gobierno de Egipto, viaja a El Cairo para continuar sus estudios. Hugo en realidad aspiraba ser parte de los movimientos rebeldes que luchaban por la independencia de sus países en África. Quería luchar contra la opresión en países del entonces llamado “tercer mundo”. Quería participar como un extranjero igual que lo hicieron otros que lucharon valientemente junto a Bolívar o Martí.

Después de ofrecerse como voluntario en varios países, finalmente logra unirse al Movimiento por la liberación de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) como el primer médico en ayudar en la guerra liderada por el mítico Amílcar Cabral, uno de los más importantes teóricos revolucionarios de África. Con él cultivó una gran amistad que marcó sus ideales hasta el final de sus días. Fue así como se interna en el movimiento en febrero de 1965, donde quedó a cargo del hospital en Boké, la capital de la zona liberada. Luego es transferido a Quitafine, en el frente sur, donde la lucha era más intensa. En su aventura lo había seguido su novia, Sandra Cassanelli, una italiana que había dejado su puesto como aeromoza de Alitalia para unirse a Hugo. Allí se convirtió en su mano derecha, trabajando codo a codo con él. Sandra se ganó el respeto de los guineanos quienes la veían como una doctora también. Bajo los bombardeos de la Fuerza Aérea Portuguesa, y dentro del grueso de la batalla, rodeados por la muerte, la desnutrición y el hambre, forjaron una relación de adoración mutua. Su matrimonio lo realizaría el mismo Amílcar Cabral declarándolo como el primero certificado matrimonial que sería emitido bajo la Guinea-Bissau liberada. Sandra regresa poco después a Italia debido a que los bombardeos eran cada vez más intensos y Hugo temía por su vida. 

Hugo colaborando por la independencia de Guinea-Bissau

En mayo de 1967, Spadafora regresa a su país y trabaja como médico en el Hospital Santo Tomás. Contrae matrimonio con María Elena Acevedo con quien tiene a sus dos hijos Hugo y Afrique Marie. Pero Hugo no podía dejar de defender la libertad. Apoyó como médico a los rebeldes que se levantaron en armas contra el golpe militar del 11 de octubre de 1968, comandado por el mayor Boris Martínez y el coronel Omar Torrijos. En el medio de una ofensiva militar a los disidentes en 1969, después de curar de emergencias a un rebelde, fue arrestado y encarcelado en la ciudad de Panamá.

Al enterarse de que su hijo había sido tomado como prisionero, su padre “Melo”, una persona destacada en la vida política de su provincia, Herrera, busca ayuda con conocidos. Melo tampoco era allegado a las dictaduras militares, pero por su hijo se reunió con Torrijos, quien ya ostentaba el más alto mando del país, para pedir vehemente su libertad. Torrijos pide hablar con ambos, padre e hijo, y sabiamente observa en Hugo un joven talentoso quien podría ser útil en su proyecto revolucionario. Explicó a Hugo que el golpe había sido necesario y que realmente estaba preocupado por los más pobres, y que además en el futuro habría elecciones democráticas. Torrijos le ofrece entonces un puesto en un centro médico en la remota comunidad de El Real, ubicada en los linderos de la selva del Chocó, en la provincia de Darién.

En El Real de Darién trabaja como médico

A través de los años, Torrijos reconoce el valor humanista de Hugo y establecerían una cercana amistad. Sin embargo, hacia el final de la década de los 70s ya le hacía críticas al régimen dictatorial y ante esa condición apoyaba totalmente una transición democrática en su país. Luego de sus asignaciones en Darién, de donde salió por la urgencia de una enfermedad de su hijo, continuó brindando atención médica en la comunidad de San Miguelito, que fue su próximo destino. Posteriormente Spadafora fue nombrado en 1973 director de Salud en la provincia de Colón. El respeto que le inspiró Hugo a Torrijos lo llevó a asignarle la importante tarea de desarrollar el plan piloto de un sistema Integrado de salud que se implementaría en el resto del país. Su dedicación al trabajo y a sus pacientes fue forjando la admiración y gratitud de quienes lo conocieron.

En 1976, Torrijos lo nombra Viceministro de Salud, donde trabaja arduamente para abaratar el costo de los medicamentos en el sistema público. Pero dos años más tarde, ante el levantamiento armado contra la dictadura en Nicaragua, Hugo renuncia a su puesto para organizar y liderar la brigada Victoriano Lorenzo que combatiría, junto con el Movimiento Sandinista, la larga y cruel dictadura de la familia Somoza en Nicaragua.

En preparativos con la Brigada Victoriano Lorenzo

Foto desde algún campamento en Nicaragua 

Hugo durante la guerra sandinista en Nicaragua

Hugo Spadafora regresa a Panamá, tan solo una semana después del triunfo en Nicaragua a pesar de que le ofrecieran escoger cualquier puesto que quisiese en el nuevo gobierno de ese país. Hugo reitera que su compromiso era liberar al pueblo de Nicaragua.  Al regresar a Panamá es recibido como un héroe nacional. En su discurso de llegada en el aeropuerto el 27 de julio de 1979 y ante miles de personas, el doctor Spadafora muestra su lado humanista y más idealista como revolucionario internacionalista cuando proclama:

Nuestra vida, nuestra muerte, nuestra familia, nuestra posición social, posición económica o como quiera llamarse; cargos o puestos, oficiales o no, altos o bajos; todo, todo queda subordinado a las necesidades de la épica lucha que se impone en este continente adolorido y sufrido, para acabar de una vez para siempre con tantos centenares de millones de niños hambrientos y desprotegidos, tantas madres sufridas, víctimas del martirio de ver a sus hijos morir día a día, noche a noche, fiebre a fiebre, diarrea a diarrea.  Para acabar con tanta injusticia y tantos privilegios que no son más que un insulto a nuestra humanidad, que son un dedo acusador dirigido hacia nuestras conciencias, hacia la conciencia de los que podemos hacer mucho y hacemos poco por terminar esta tragedia contemporánea que viven centenares de millones de hermanos latinoamericanos. Desde hoy nuestra preocupación prioritaria será luchar en ese sentido. 

En su locución a la llegada triunfante desde Nicaragua en 1979

Recibimiento en el aeropuerto de Paitilla 1979 después del triunfo sobre Somoza 

En su locución también exhorta al país a una reconciliación nacional en Panamá entre los dos partidos políticos, el Arnulfista, que apoyaba al ex presidente Arnulfo Arias, y el Partido Revolucionario Democrático (PRD) fundado por el gobierno militar. Hugo abogaría siempre por esta unión a lo largo de los años venideros, argumentando que Panamá debía ser gobernado por los mejores, sin distinciones políticas.

Luego de su retorno de Nicaragua en 1979, Spadafora no aceptó ningún cargo en la administración del presidente Arístides Royo (nombrado por Torrijos), distanciándose del régimen. Hacía viajes frecuentes a Costa Rica y Nicaragua mientras escribía artículos e intervenía frecuentemente en programas de radio y televisión. Se declaraba un social demócrata y observaba con desencanto el resultado político del triunfo sandinista que con su tendencia marxista traicionaba los verdaderos ideales del sandinismo y los compromisos adquiridos ante la Organización de los Estados Americanos por la coalición que logró derrotar la dictadura civil en ese país. Ese mismo año Hugo Publica su libro “Experiencias y pensamiento de un médico guerrillero” donde describe sus pensamientos y experiencia en Guinea Bissau, Panamá y Nicaragua. 

En 1979 Hugo publica su libro 

Para entonces, Hugo alerta al mandatario Omar Torrijos sobre las intenciones del entonces coronel Manuel Antonio Noriega de deshacerse del general y ocupar su puesto. Como consecuencia, Torrijos comienza a excluir a Noriega de reuniones de alto nivel sobre la situación de Nicaragua. En una ocasión, Spadafora confrontó a Noriega personalmente frente a Torrijos y altos asesores acusándolo de preparar una conspiración. 

Poco después, Torrijos moriría en un todavía dudoso accidente de aviación, el 31 de julio de 1981. Noriega, temeroso de que Hugo iniciara una revuelta, detiene a Hugo y lo confina bajo vigilancia en Farallón, en la costa del Pacífico de Panamá. Allí estaría en arresto domiciliario por varios días, liberándolo solo después del sepelio de Torrijos.  

En diciembre de ese mismo año, 1981, Spadafora denuncia públicamente, en diversos medios, la dictadura militar encabezada por Noriega y el G-2, la policía secreta de la Guardia Nacional. El G-2 era el instrumento de represión de la dictadura, responsable por desapariciones, detenciones arbitrarias, intimidaciones y manipulación de los grupos opositores al régimen en el país. Su vida estaba en peligro; recibía amenazas de muerte de parte de Noriega. Sus declaraciones fueron repetidamente publicadas por La Prensa, periódico que adversaba abiertamente a la dictadura y que ahora contaba con Spadafora dentro de la oposición. 

Hugo editando sus manuscritos

En enero de 1982 realizó declaraciones que ampliaban aún más el panorama siniestro de la dictadura: el narcotráfico. “Lo que Noriega no sabe es que yo ya estoy detrás de él en lo que concierne al tráfico de drogas, que yo ya tengo ciertas pruebas” declaró en la radio KW Continente. La transmisión fue cortada en flagrante acto contra la libre expresión. En diciembre de ese mismo año Hugo renuncia al PRD, partido institucionalizado por Torrijos, e inicia su lucha por derrocar a los comunistas sandinistas al lado de Edén Pastora. Pastora, probablemente instigado por Noriega, se distancia de Spadafora. Hugo decide unirse al movimiento de los indígenas miskitos contra el gobierno sandinista. En la zona de la Moskitia, al este de Nicaragua, Spadafora convive con esas comunidades y es testigo de las condiciones adversas en que vivía este pueblo y del hostigamiento del nuevo gobierno sandinista sufridas por esta etnia del Caribe nicaragüense. De igual forma, mientras combate, aprende sobre medicina alternativa basada en hierbas medicinales. En 1983, Noriega se corona General y Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa. Los acosos a Hugo Spadafora continuaron cada vez que entraba al país, en sus constantes visitas a Panamá.

Spadafora contaba con una familia sólida y una legión de amigos. Sus 12 hermanos y hermanas junto con su querido padre y la esposa de este, aunque no aprobaban todas sus actividades, temerosos por su vida, lo apoyaban y lo protegían siempre, porque conocían los ideales que lo movían. Winston, su hermano, dos años más joven que él, era un abogado quien le asesoraba y ayudaba económicamente, igual que su padre Melo. A su hermano Guido, también médico, 14 años más joven, le capturaban sus historias y aventuras llegando inclusive a participar con Hugo de sus reuniones mientras realizaba su práctica médica en Costa Rica. Igualmente, su hermana Alida, así como muchos voluntarios, apoyaron desde Panamá el envío de la ayuda a los combatientes de la brigada Victoriano Lorenzo. Hugo era objeto de admiración y atracción de todos sus hermanos, y de quienes lo conocieron, pero particularmente de su padre, Melo. Un comerciante moderadamente exitoso, Melo era un ciudadano activo quien trabajaba incesantemente por mejorar su comunidad, Chitré. Había sido el primer alcalde elegido por el pueblo en la década de los 50s. En 1978, corrió como representante de su ciudad donde ganó con amplio margen a su adversario oficial. Melo era considerado un patriarca en su provincia a sus entrados 70 años. Un año después y por insistencia de Hugo, que quería apoyar a Torrijos en la fundación de su partido político, se adhirió al Partido Revolucionario Democrático (PRD). En enero de 1980, el Presidente Royo designó a Melo como gobernador de su provincia, Herrera, pero fue forzado a renunciar en 1981 por diferencias, pues no embonaba con “el estilo” del régimen.

A principios de 1984, Hugo Spadafora, defraudado ante las intrigas y el giro que había tomado el financiamiento del movimiento de los “Contra” se retira de la contienda y se establece en San José, Costa Rica con su nueva esposa, Arianne Bejarano, con quien había contraído matrimonio en 1982. En uno de sus viajes a Panamá, el conocido periodista Guillermo Sánchez Borbón publica en La Prensa una larga entrevista a Hugo donde éste brinda detalles de los abusos y crímenes de Noriega, lo que escandalizó al país y enardeció al general. Las amenazas y ofertas para asesinar al médico crecían, pero ellas no lo detuvieron. Hugo había descubierto un gran negocio de armas por drogas y que en este entramado estaba profundamente involucrado el general Noriega. En un diario personal, Hugo recababa información sobre los movimientos de los pilotos encargados del trasiego, con quienes había cultivado una relación durante la guerra sandinista, pues en aquel entonces traían armas y otros suministros para los combatientes. Así fue como Hugo comenzó a extraer información de pilotos como César Rodríguez, allegado al general Noriega; y de Floyd Carlton, quien suministró información crucial a Spadafora. Hugo le indicó a este último que iba hacer estallar una noticia en Panamá sobre las andanzas de Noriega, pero sin involucrarlos a ellos.  

Hugo entrevistado en Nicaragua durante la guerra de los contra-sandinista 

Hugo comenzaba a entender toda la fuerza que el dinero del tráfico de armas y drogas le generaba a Noriega, quien compraba las voces y actuación de periodistas, políticos, líderes de las guerrillas, y de oficiales militares. Se daba cuenta que el negocio de la droga se había convertido en la gran panacea de los 80s: todo el que quería o necesitaba dinero, recurría a las drogas. En ese entonces, el Congreso de los EEUU prohibió seguir apoyando al movimiento contra-sandinista (“Contra”). Pero los “Contra” necesitaban dinero, y también recurrieron a las drogas. Como ejemplo, Sebastián González, “Guachán”, como era conocido, un líder de un pequeño grupo de la Contra nicaragüense, llamado M-3, fue encarcelado en Liberia, Costa Rica en noviembre de 1984, bajo cargos de tráfico de cocaína. Se sospecha que la CIA ayudó a González a regresar a Panamá donde inmediatamente fue contratado por el gobierno de Noriega. Se sabe que González había sido siempre un agente del general y fue a través suyo que, en 1982, Noriega trató de sobornar a Spadafora, sin éxito.

Aunque en el caso de Panamá Hugo no deseaba una intervención revolucionaria como la de Guinea Bissau o Nicaragua, no descartó organizar y dirigir un movimiento para acabar con la dictadura militar de su país. Pretendía organizar la brigada Simón Bolívar para liberar a los pueblos de las dictaduras que azotaban a varios países latinoamericanos. En el año de 1984, el dictador aumentó las actividades opresivas del G-2. Temía una revuelta del pueblo panameño ya cansado del régimen y disgustados por un evidente fraude contra el candidato presidencial del partido Arnulfista, Arnulfo Arias, en el primer comicio electoral tras el asalto al poder de los militares. Varios asesinatos ocurrieron, mayormente en la provincia de Chiriquí, al este del país, en la misma provincia donde debido al golpe de 1968, hubo una sublevación controlada por Noriega al mando de Torrijos. Crímenes tales como los perpetrados en Chiriquí a las vidas de Natividad González, Diomedes González o Edwin Amaya fueron ejemplos de la represión sanguinaria del régimen. Como siempre, los crímenes no serían investigados por un sistema judicial servil a la dictadura. Asimismo, hechos de amenazas contra activistas de la oposición tales como el recién electo legislador por la oposición, Bertilo Mejía, cuya casa sufrió un intenso tiroteo, o contra la oficina del abogado, también activista, Edgar de Puy, fueron casos, parte de un conjunto de asesinatos, bombas, torturas y palizas desplegadas por Noriega contra sus oponentes.

De gran conmoción nacional fue el caso del médico Mauro Zúñiga, co-fundador de la Coordinadora Civilista Nacional (COCINA), una organización de ciudadanos preocupados por el retorno a la democracia en Panamá.  Zúñiga había organizado varias huelgas médicas en contra del régimen dictatorial. En agosto de 1984 fue secuestrado en un restaurante de la ciudad de Santiago, herido y torturado, fue encontrado en una cuneta casi sin vida en la provincia de Chiriquí. En sus espaldas aparecieron las siglas F-8. Todos los secuestros, torturas y asesinatos en Chiriquí llevaban el sello de un hombre con un historial de abusos, el mayor Luis “Papo” Córdoba. Su especialidad eran las decapitaciones realizadas en Darién para eliminar a los traficantes de droga que fueran competencia del negocio de Noriega.

A inicios del mes de septiembre de 1985, Hugo estaba listo para denunciar ante la justicia los crímenes del narcotraficante Noriega, dentro del esquema de armas por drogas. Antes, se reunió con un oficial del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, así como con Roberto Nieves, jefe del Departamento de Anti Narcóticos (DEA) del mismo país. En esa reunión, Spadafora expuso los detalles sobre la dinámica utilizada por Noriega. Explicó, como ejemplo, que el disidente líder “Contra”, Sebastián “Guachán” González, en complicidad con el General Noriega, traficaba cocaína desde Panamá, a través de Costa Rica, a Florida y Luisiana, financiando así la compra de armas, tema que no asombró a los oficiales. Mientras tanto, Noriega se reunía secretamente con los lores de la droga en Cuzco, Perú, donde le pidieron a Noriega hacer lo necesario para acallar a Spadafora.

En la mañana del 12 de septiembre de 1985, Hugo inició un viaje a Panamá desde San José, Costa Rica, donde residía con su esposa Arianne. El plan era tomar un avión hasta la frontera, y de allí un bus hacia la ciudad de Panamá, mientras que Arianne iría por avión de San José directo a ciudad de Panamá para reunirse con él. Pero Hugo nunca llegaría a su destino. Pasada la frontera, ya en territorio panameño, es obligado a bajarse del bus en un primer retén y en gesto precavido, mostrando su identificación a todos mientras bajaba del bus decía: “Soy Hugo Spadafora y la G-2 me está deteniendo”. Francisco Eliécer González, alias “Bruce Lee”, un agente de la guardia secreta, lo había estado vigilando dentro del bus. Sin embargo, lo liberan y aborda el bus nuevamente hacia David, al igual que González. Es en el puesto de control de Concepción donde lo esperaban los agentes Omar Vega Miranda y Eliécer Chavarría Pittí quienes ordenaron a Hugo, nuevamente, bajar del bus. Otra vez Hugo saca su identificación e indica a todos que lo estaban deteniendo tres agentes militares en ese momento. Estos lo escoltaron hasta una pequeña barraca militar. Ese mismo día una llamada es interceptada por el gobierno de los Estados Unidos. El mayor Papo Córdoba desde la provincia de Chiriquí le dice a Noriega quien estaba en Francia: “Jefe, tengo al perro rabioso”, y Noriega le responde: “¿Y qué se hace con un perro rabioso?”. De esa forma les daba órdenes de torturarlo hasta matarlo, sin tomar en cuenta, o sin importarles, que muchos testigos habían visto a Hugo pasada la frontera y siendo detenido en Panamá. Los agentes llaman a Nivaldo Madriñán, jefe del entonces Departamento Nacional de Investigaciones (DENI), un conocido torturador y amigo personal de Noriega. Hugo es llevado a la finca de Madriñán.

Esa noche Demetrio “Palé” Rodríguez, Adán Pittí, Eliécer “Pilón” Rivera, Julio César “Muñecón” Miranda y Abigail González, miembros del escuadrón del F-8, perpetraron las más brutales torturas a Spadafora y finalmente alguien con conocimientos anatómicos le realiza una decapitación. Su cuerpo, marcado también por las siglas F-8 fue lanzado en territorio costarricense a poca distancia de la frontera con Panamá.

Dado que Hugo no llegaba a la ciudad de Panamá como convenido, su familia denuncia su desaparición inmediatamente a través del único medio libre posible durante la dictadura, el periódico La Prensa. Rápidamente, su hermano mayor, “Melito” quien residía en Chiriquí, indaga lo que había pasado en la frontera. Muchos testigos le aseguraron haber visto a Hugo allí y en territorio panameño. No había duda de quiénes habían secuestrado a Hugo, la G-2 al mando de Noriega. Uno de los testigos, quien había visto a Hugo en la frontera, el entonces presidente de la Asamblea Legislativa de Panamá (como era llamada en esa época), Camilo Gozaine, confirma para Radio Noticias Monumental de San José haber visto a Hugo en el lado panameño. La radio difundiría estas afirmaciones repetidamente en Costa Rica. Días después y bajo amenaza de la G-2, Gozaine se retracta bajo presión del régimen. 

Primeras declaraciones del padre de Hugo acusando a Noriega y a Julio Ow Young 

La familia de Hugo no titubeó en pedir conocer la verdad de lo sucedido y denunciar a Noriega por su muerte. Mientras tanto en Chiriquí, la familia consigue que varios de los testigos, incluyendo el chófer del bus y su ayudante, declarasen ante el abogado Rodrigo Miranda, quien certifica sus testimonios. Al mismo tiempo, ese lunes 16 de septiembre estalla la noticia de que el cuerpo de Hugo Spadafora, mutilado y decapitado, es encontrado del lado de la frontera en Costa Rica.

Numerosos medios nacionales e internacionales publican la noticia. Se trataba del médico Hugo Spadafora, un héroe para los que conocían su trayectoria.  Un idealista, que había luchado en defensa de la libertad de pueblos oprimidos y era conocido internacionalmente. Hay conmoción y consternación en el país y el mundo, ante un crimen antes jamás ocurrido en Panamá. Don “Melo” acusa abiertamente como responsables al teniente coronel Julio Ow Young y al general Manuel Antonio Noriega de la desaparición y cruel asesinado de su hijo. Por otro lado, el 17 de septiembre bajo la columna de “En pocas palabras”, un editorial del periódico La Prensa, escrito por Guillermo Sánchez Borbón, detalla los pormenores de la operación y la detención de Hugo lo que sorprende y asusta a Ow Young, jefe de la G-2, al mayor Luis Córdoba, comandante de la 5ta zona de Chiriquí, Nivaldo Madriñán, jefe del DENI y otros agentes G-2 involucrados. Sánchez Borbón provee detalles de nombres, placas, testigos y horas del operativo hasta cuando Hugo desaparece. Su padre Carmelo solicita directamente al entonces presidente Nicolás Ardito Barletta, instaurar una Comisión Especial Independiente investigadora del crimen. La familia no confiaba en el sistema judicial al servicio de la dictadura y menos en el procurador de la Nación en ese entonces, Manuel José Calvo. El presidente accede a la petición, razón por la que el dictador le pide renunciar bajo fuerte intimidación a su regreso del país, luego de un viaje a Washington, en un avión que descubrieron llevaba pintada en su puerta las ya siniestras siglas “F-8”.

La Coordinadora Civilista Nacional (COCINA) llama a la protesta civil y a la separación de Noriega de su cargo. El expresidente Arnulfo Arias, líder del partido Arnulfista exige una pronta investigación. La burda respuesta del gobierno fue que Hugo jamás había entrado en territorio panameño y que nunca se había dado su detención.

Ese martes 17 de septiembre en la mañana una gran multitud se congregó en el Aeropuerto Marcos Gelabert (Paitilla, como era llamado) a donde llegaría el cuerpo de Hugo desde San José. En un evento jamás visto, la multitud acompaña al féretro por todo el recorrido que iba desde el aeropuerto hasta la Iglesia de Don Bosco, donde más de 10,000 personas conmocionadas gritaban “¡Viva Hugo!” arrojando miles de crisantemos blancos y amarillos y claveles rojos sobre el féretro de Hugo cubierto por la bandera panameña. Después de los ritos fúnebres, nuevamente la multitud acompaña a pie al féretro desde la Iglesia hasta cruzar el Puente de las Américas en dirección al pueblo natal de Hugo, Chitré, donde sería enterrado. Desde allí, a todo lo largo de la carretera Panamericana, al paso de la caravana, la gente daba su último adiós y gritaba “¡Justicia!”, “¡Noriega asesino!”. El recorrido de cuatro horas tomaría ese día casi 12 horas hasta Chitré.

Todos los testigos mencionados por Sánchez Borbón en su artículo del 17 de septiembre son forzados a cambiar sus declaraciones, amenazados y encarcelados, tal fue el caso del chófer del bus, Alexis Baúles; y su asistente, Edwin Núñez.  María Florentina Quirós corrió con peor suerte. Ella había visto a Hugo en el bus y compartió con muchos que lo recordaba decir: “Soy Hugo Spadafora y el G-2 me lleva detenido”. Esa misma semana, fue encontrada muerta, acuchillada en su casa. De esta manera silenciaban su voz mientras enviaban un mensaje amenazador a los demás testigos. Desde Costa Rica, sin embargo, un testigo declaraba a través de Radio Monumental haber visto a Hugo en el bus que los conducía. Igualmente, el Canal 7 de televisión de Costa Rica realizó un reportaje afirmando que Hugo había sido asesinado en Panamá. 

Durante los actos fúnebres en la ciudad de Panamá alrededor de 50,000 personas protestan. Las flores, crisantemos y claveles llovían sobre su féretro.

Panamá había despertado, los detalles de las torturas descritas en la autopsia realizada por autoridades costarricenses, estremecieron a todo el país y a Centroamérica.  El desprecio a Noriega y a su régimen dictatorial y sangriento se hacía sentir, sin embargo, aunque muchos se revelaban, otros con miedo callaban. Las denuncias que Hugo hiciera lo llevaron a su muerte, pero desenmascararon al régimen. La numerosa familia de Spadafora emprendió una lucha organizada que duraría varios años. Entre las más importantes estuvo la toma pacífica de la sede de las Naciones Unidas en Panamá, por cuatro de los hermanos; la prolongada huelga de hambre de su hermano Winston, de más de 30 días, que solo levantó ante la promesa de la Iglesia de continuar exigiendo justicia para Hugo; la convocatoria junto con las más importantes organizaciones magisteriales, médicas y cívicas en general, de la marcha que reuniría a más de 100,000 personas para pedir justicia para Hugo; el encadenamiento de sus hermanos Guido y Carmenza al asta de la bandera de la Nunciatura Papal, por nueve días bajo lluvia y sol que terminaría en una cadena humana a lo largo de cinco kilómetros en la avenida Balboa desde la Nunciatura hasta la Presidencia, clamando justicia por Hugo; numerosos ayunos en iglesias y vigilias, entre la que se destaca la de su hermana menor, Rita, de varios días en la Iglesia de Cristo Rey, desde donde hizo un llamado a los estudiantes para que durante las celebraciones de la independencia a principios de noviembre de ese mismo año marcharan con consignas acusatorias al gobierno, en lo que resultó como los más vergonzosos actos públicos de repudio valiente de las delegaciones de prácticamente todas las comitivas estudiantiles.  En esa ocasión, los estudiantes frente a las tarimas oficiales del gobierno, en vez de efectuar el saludo de honor durante el desfile, le daban la espalda al nuevo Presidente nombrado por Noriega, Eric Arturo Delvalle, o rompían filas durante el paso frente a las autoridades. Los estudiantes no volverían a marchar hasta el fin de la dictadura por órdenes del general. 

Caminata 300 kms Chitré Panamá entrando sobre el puente de Las Américas

Jóvenes solidarios se reúnen frente a la Nunciatura donde sus hermanos Guido y Carmenza están encadenados en la Nunciatura 

Winston libera a sus hermanos Guido de su encadenamiento  

Carmelo Spadafora y ex presidente Arnulfo Arias piden a Winston suspender su huelga de hambre 

Familiares frente a la caminata de 300 kilómetros

Cincuenta y seis días después del horrendo crimen, estando en la mesa principal del Auditorio de la Ciudad de David, en Chiriquí, junto con representantes de la oposición y dispuesto a realizar otra intervención con los detalles de la tortura y asesinato de su hijo, muere el patriarca de la familia Spadafora, don “Melo” Spadafora, a los 78 años de edad, clamando justicia por su hijo y acusando a los militares. Tan solo cierra los ojos en apacible sueño y se desploma. Descansó así un gran luchador, que fue en vida admirado y querido por su pueblo, para reposar junto a su querido Hugo. Melo había pedido enterrar a su hijo en un hoyo profundo, seguramente sabiendo que pronto lo acompañaría. Sus restos fueron colocados arriba de los de Hugo y resguardados ambos por una gran roca que Don Melo había tallado con su propio nombre y pedido que se colocara sobre su tumba. Sobre la lápida se puede leer: “Aquí reposan los cuerpos de dos almas heroicas, donde el padre es la cabeza del hijo y el hijo es el corazón del padre”[1]. Esa gran piedra sobre sus tumbas y la forma como fue enterrado evitó que un tiempo más tarde sicarios al mando del poder militar, en su intento, lograran saquear y profanar la tumba arrojando cadenas como parte de las prácticas de santería de Noriega dirigidas en contra de la familia Spadafora y contra otros opositores al régimen.


[1] Este epitafio se debe a las palabras de Jaime Abad, abogado opositor del régimen.


Tumba del Dr. Hugo Spadafora y su padre Don Carmelo Spadafora

“Aquí reposan los cuerpos de dos almas heroicas, donde el padre es la cabeza del hijo y el hijo es el corazón del padre” 

La imagen de Noriega se deterioraba pública e internacionalmente. Marchas de la familia desde Chitré a Panamá o desde la Frontera con Costa Rica hasta David, rosarios permanentes por valientes mujeres y hombres en el Parque Unión de Chitré y frente a la Procuraduría todas las tardes en Panamá, y vigilias en diferentes parques e iglesias mantendrían viva la indignación sobre el crimen. Finalmente, la prensa internacional entendía que Panamá estaba bajo un régimen totalitario, corrupto y sangriento. El crimen de Spadafora y la renuencia de Noriega de nombrar una Comisión especial independiente investigadora, así como la renuncia forzada del presidente Barletta, lo demostraba. “Panamá decapitada” se tituló un artículo en el Washington Post a principios de diciembre de 1985, uno entre tantos que desenmascaraban al cruel general y su cúpula.

Un hecho extraño ocurre en 1986 cuando aparece en el tabloide “La Palestra”, un periódico al servicio del dictador, parte del diario de Spadafora con sus escritos a mano y que él portaba el día de su asesinato. ¿Cómo había llegado a las manos de su editor, Raúl Berbey? La respuesta era clara y serviría más tarde como prueba irrefutable en el juicio contra el general.

Durante los años posteriores, la familia Spadafora y opositores del gobierno no cesaron las presiones por volver a la democracia y aclarar el crimen de Spadafora y de muchos otros. Se crea la llamada Cruzada Civilista conformada por importantes sectores económicos del país exigiendo el retorno a la democracia. Panamá entra una fase de crisis social, política y económica sin precedentes que incluyó el cierre de bancos, la ausencia de dinero en curso, e inseguridad. A pesar de varios intentos de negociar su salida del país, Noriega se aferraba a su cargo bajo amenazas, represiones violentas, encarcelamientos injustos, prisión y torturas a manifestantes e inclusive ejecuciones como la llamada Masacre de Albrook donde fueron ejecutados 11 militares que intentaron dar un golpe a Noriega.  El 20 de diciembre de 1989, EEUU invade a Panamá con bombarderos, un gran armamento y unos 26,000 soldados. Arremetió fuertemente contra el andamiaje militar dejando una gran cantidad de muertos, barrios destruidos y la ciudad de Panamá saqueada por delincuentes azuzados por los llamados “Batallones de la Dignidad”. Noriega, el primero en esconderse, es llevado como prisionero de guerra a los EEUU a principios de 1990. Dejaba atrás un país en bancarrota y parcialmente destruido.

El 23 de abril de 1990, mediante la Ley 1 de 23 de abril de 1990, la primera Ley aprobada tras la caída de la dictadura, bajo el gobierno del presidente Guillermo Endara, se creó la Fiscalía Superior Especial con el propósito de “llevar a cabo la investigación de Homicidio del Doctor Hugo Spadafora Franco y otros Homicidios”. El juicio de Hugo Spadafora se llevaría a cabo ya en democracia en 1993 en plena reconstrucción del país. Los testigos pudieron declarar con mayor libertad, pero algunos vestigios y pruebas ya no existían.  Lamentablemente, tuvo lugar en Chiriquí, bastión del ex mayor Córdoba y de la mayoría de los involucrados en el crimen, donde aún se respiraba el temor a los largos años de cruel represión. 

En la Asamblea Legislativa presencian la aprobación de la primera Ley de la República en democracia para abrir juicio por crimen de Spadafora

Padre Javier Villanueva, sus hermanos Carmenza y Winston acompañado de su esposa Diana de Spadafora, 1990.

En el más largo juicio de la historia de Panamá, el 8 de octubre de 1991, fueron llamados a juicio por el Fiscal Superior Especial:

Omar Vega Miranda, Eliécer Ramos Chavarría, Mario Abel del Cid, Agustín Olmedo de Gracia, Simón Miranda Gutiérrez, Edgardo Jaramillo Hurgado, Nivaldo Madriñán Aponte, Roberto Torres, Manuel Antonio Noriega Moreno, Roberto Díaz Herrera, Julio Ow Young, Germán González Pittí, Luis Antonio Córdoba Morales “Papo”, Eliécer de Gracia “Pilón”, José Antonio Villa Morales “Bruja”, Adán Pittí Guerra, Julio César Miranda “Muñecón”, Carlos Darío Espinoza, Ricardo Enrique Jurado De la Espriella, Rubén de la Guardia, Pedro Espinoza, Arles Héctor Muñoz, Julio Gilberto Jurado y Demetrio Rodríguez Gutiérrez “Palé”.

De estos, la sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia, dictó Auto de fecha 23 de diciembre de 1993 por medio del cual llamó a juicio a:

1.       Luis Antonio Córdoba Morales “Papo”

2.       Agustín Olmedo de Gracia “Piyuyo”

3.       Mario Abel del Cid

4.       Adán Pittí Guerra

5.       Eliécer Rivera de Gracia “Pilón”

6.       Demetrio Rodríguez Gutiérrez “Palé”

7.       José Antonio Villa Morales “Bruja”.

8.       Manuel Antonio Noriega

9.       Francisco Eliécer González Bonilla “Bruce Lee” o “El Indio”

10.   Julio César Miranda “Muñecón”

La audiencia duró dos meses. Un jurado de conciencia, inconcebiblemente, declara inocentes a siete de los imputados, a pesar de que algunos hasta dieron detalles de cómo trasladaron el cuerpo de Hugo Spadafora. A los otros tres, que habían rechazado el jurado de conciencia y se habían acogido voluntariamente a la decisión de un juez, el 20 de diciembre de 1993 el Tribunal Superior del Tercer Distrito Judicial profirió una sentencia condenatoria imponiéndoles a Manuel Antonio Noriega, Francisco Eliécer González Bonilla “Bruce Lee” o “El Indio”, y Julio César Miranda “Muñecón”, la pena máxima, de 20 años de prisión.

Las investigaciones llevadas a cabo sobre la muerte de Hugo, si bien contienen una gran cantidad de información, dejaron lagunas, versiones discrepantes, y nombres de cómplices o partes culpables que no fueron identificados, juzgados o condenados. No en tanto, la vida de Hugo, su intelecto y su espíritu guerrero por la libertad de los pueblos, un luchador por la libertad o “freedom fighter”, como le llamaron en Guinea Bissau, quedaría en las mentes de todos los que conocieron su intensa vida y su desvelo por los más vulnerables. Tal como dijera Mauricio Herrera en un artículo de La Nación de Costa Rica: Hugo luchó en tres guerras, en África, en Nicaragua y en Panamá. Todas las ganó, la última con su muerte y sacrificio.

Fuentes: